INDEPENDENCIA
Como concepto político apareció con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776 como respuesta al colonialismo europeo y se extendió con las declaraciones de independencia de los países latinoamericanos dependientes del Imperio español en la Guerra de Independencia Hispanoamericana (1809-1824). Más adelante el concepto se relacionó estrechamente con el principio de no intervención y el derecho de autodeterminación de los pueblos. La independencia se distingue de la autonomía. La autonomía es un régimen de descentralización del poder, por el cual ciertos territorios o comunidades integrantes de un país, gozan de algunas facultades ejecutivas, legislativas y judiciales, en ciertas materias que quedan así fuera del alcance de la autoridad nacional. El concepto político de independencia se opone al de dependencia. Esta última, en sentido político, es una situación de sujeción en la que se encuentra una entidad estatal o una comunidad nacional, de otra entidad estatal, de modo tal que su voluntad se encuentra anulada o limitada para tomar decisiones fundamentales. De acuerdo al tipo de sujeción se distingue entre dependencia política propiamente dicha, dependencia económica, y dependencia cultural. El concepto político de dependencia se opone al de independencia. A su vez, las ideas de dependencia e independencia están íntimamente relacionadas con la idea y el fenómeno de nación y se refieren constantemente a ella y a sus derechos. El estado-nación moderno, como derecho de los pueblos a su autodeterminación, y la igualdad jurídica de los estados-nación entre sí, son consecuencias directas de la dinámica independencia-dependencia que llevó al fin del colonialismo. Vinculado con los amplios procesos de globalización y regionalización, más recientemente se ha comenzado a utilizar el término «interdependencia», en ciertas oportunidades para anular la idea de independencia y en otras para limitarla.