
txt: Sergio Campozano
Sentir. Quizás sea la última sensación que hubiese deseado. Pensar. ¿Para qué?, si ésta es la hora que los relojes no marcan, pero dejan marcas indelebles que ni el mas borracho alcohol pueden borrar de la puta conciencia...Nada más hacer... sólo eso ocupaba la cabeza de Leticia, que a sus 16 desvirgados años le pesaban casi tanto como aquella diminuta mochila, que hacia 20 minutos traía para siempre en su lánguida y frágil espalda. Esa misma espalda que conoció el sol de los veranos en el río, los tatuajes de los chicles, el sudor inocente del sexo de su primera vez y hoy... el frío tenebroso de saber que no había vuelta atrás, sólo seguir con este plan improvisado.
- Hola nena. Creyó escuchar de alguna voz, en la calle. Pero no prestó atención. “Nena“ le parecía tan descolocado de su realidad.
Sus ojos. No tenían color, clavados en el repetido cuadro de ver uno a uno sus pies sobre las baldosas vainilla de la vereda, buscando el borde de un abismo que sirva de sumidero para su carga.
Un extraño ardor le invadió el cuerpo entero al escuchar un llanto de niño, y no se atrevió a levantar la vista. ¿Para qué? Sí la fiebre la golpeaba de cross, el sudor frío brotando por los poros de su piel se encargaba de dejarla knockout, enredada en las cuerdas de este estado infernal.
Casi como un ángel de la guarda burlón fue aquel tintinear que le avisaba que había recibido un mensaje en su celular. Metió la mano dentro de la campera, se topó con los obvios habitantes de los bolsillos; una birome, el papel envoltorio de un chupetín y su cuerpo decapitado, algunas monedas extraviadas; hasta que al fin reconoció el delgado plástico que recubría su teléfono celular. El primer intento de sacarlo se tranformó en un segundo intento de arrancarlo, cuando éste se trabó con la birome que cruzaba en diagonal dentro del bolsillo. La fiebre le nublaba la vista, pero seguía. Conocía el camino de tantos veranos en familia, de las colonias de vacaciones y de los 21 de Septiembre. No le hacía falta tomar nada de referencia. Sabía que faltaban 2 cuadras para llegar hasta la parada.
mensaje recibido
La funda gastada y la vista nublada le dificultaban la tarea de descifrar lo que aquel diminuto display hubiese querido gritarle. Parecía como si aquel pequeño aparatejo tecnológico le estuviese jugando un broma macabra. Sus dedos, tacaños de uñas, eran inversamente proporcional al tamaño de aquellas teclas. Sabía que era el día, que todo hoy, estaba predestinado a salir de esa manera, y ella sintió que nada podía hacer para cambiarlo. Estaba llegando, había poca gente en la parada. Casi nadie iba al balneario en otoño, solo gente que trabaja. Dudó, y la duda le pareció absurda, inapropiada, se sintió sucia, juzgada por sí misma. Lo peor, pensó, ya había pasado y muy pronto terminaría todo. Pagó el pasaje, y se sentó entre los últimos asientos. Sabía que no se llenarían y prefirió una distancia prudencial de sus accidentales compañeros de viaje.
Recordó que había recibido y un suspiro le arrancó el último respiro puro del corazón. Pero ya nada importaba. ¿Tanta cobardía podía existir, tan poco habían significado para él? Abrazó la mochila con esas ganas que sólo los que pierden conocen; y le nacieron dos lágrimas, una negra, la otra no. Aquella inocente imagen de Kitty en la mochila. Que ironía.
Miró la gente sentada, se imaginó yendo a un casting, yendo a pasar algún tipo de prueba, y no estaba tan lejos de la realidad.
El colectivo llegó a su destino. Leticia también. El chofer se acercó a lo que le pareció un ángel dormido. Aquel cuerpito diminuto aferrado a su mochila de Kitty, se quedó allí, inerte, sin respuesta para siempre, como quedó también, dentro de aquella inocente mochila, el llanto que nunca se oyó de un niño que nunca nació.
Ya era tarde, tarde para todos, ... menos para los que no se enteran...
NO LO HAGAS T AMO
...rezaba aún un celular...